25/03/2021. Un día como hoy hace 40 años se aprobaba en las Cortes Generales la ley de creación del Parque Nacional de Garajonay. Un empeño logrado después de muchos años de trabajo y negociación. La creación del Parque Nacional, que es, recordémoslo, la categoría más importante y conocida que un Espacio Protegido puede tener, supone un profundo reconocimiento de los extraordinarios valores naturales que alberga y una apuesta decidida por la conservación de su naturaleza original. Es una conmemoración que merece ser celebrada.
Un día para el reconocimiento de la sociedad gomera que ha logrado conservar como en ninguna otra isla de Canarias sus bosques de laurisilva. Y también es un día para mostrar la gratitud a todas las personas que con su esfuerzo, apoyo y dedicación han contribuido a su conservación y restauración.
En este trabajo, se rememora, una vez más, los valores más sobresalientes y esenciales de este territorio por los que es Parque Nacional y Patrimonio Mundial, pero sobre todo se explican aspectos mucho menos conocidos como las iniciativas que hicieron posible la creación del Parque, su trayectoria como proyecto de conservación y restauración, su carácter de laboratorio científico y escuela al aire libre, su labor como dinamizador socioeconómico, el ordenamiento de la visita y la potenciación de un turismo respetuoso. Y todo ello mirando al pasado, al presente y al futuro.
El nacimiento del Parque tuvo una prolongada gestación y distintos protagonistas. Pocos lo saben hoy en día, pero la primeras iniciativas que conocemos para la declaración de un Parque Nacional en los montes de La Gomera se remontan a principios de la década de los años cincuenta del siglo pasado, coincidiendo en el tiempo con los momentos en los que se inician las gestiones para crear los parques nacionales del Teide y Caldera de Taburiente. Fue el eminente botánico noruego afincado en Canarias Eric Sventenius, del que hablaremos más adelante, junto con el apoyo entusiasta, entre otros, de personas muy vinculadas a La Gomera como los hermanos Ventura y Telesforo Bravo, quienes durante muchos años promovieron, sin éxito, esa idea. Pero no es hasta el año 1974 cuando el ICONA, organismo estatal responsable en ese momento de la gestión forestal y de conservación de la naturaleza, inicia la tramitación de un proyecto de creación de un Parque Nacional en los montes públicos de la isla, asumiendo la iniciativa de dos destacados y bien conocidos funcionarios de ese organismo en Canarias, José Miguel González e Isidoro Sánchez. La coincidencia en el tiempo con el periodo de la Transición a la democracia, recordemos que fue aprobada apenas un mes después del fallido golpe de estado del 23 F, explica el retraso en la aprobación de esta ley declaratoria.
Garajonay es un bosque nublado.
Garajonay es sobre todo laurisilva. Representa la muestra que mejor se conserva de los bosques húmedos de Canarias. Este exuberante ecosistema forestal siempre verde, caracterizado por árboles de hojas lauroides y una espléndida profusión de musgos y helechos, entre otros, que llegan a cubrir el suelo y los propios árboles, es el tapiz de vida más complejo y diverso de Canarias. También es agua, desde sus nieblas que envuelven de magia el bosque hasta los riachuelos que se despeñan para regar y dar de beber al resto de la Isla. También es geología, con sus impresionantes domos volcánicos, Los Roques, diques volcánicos, conocidos localmente como taparuchas y profundos acantilados que exponen impresionantes apilamientos de coladas basálticas, todas ellas manifestaciones de las viejas raíces volcánicas de un territorio desmantelado por la erosión. Y también es un espacio cultural donde se conservan algunos de los mayores santuarios de los antiguos gomeros, sin olvidar las huellas de los usos ganaderos y forestales vigentes hasta hace varias décadas y todavía presentes en la memoria de personas que vivieron aquellos tiempos pasados.
Los Roques son el conjunto de domos volcánicos mas impresionantes de Canarias.
La laurisilva canaria es, en parte, un excepcional refugio de naturaleza, como si de una especie de arca de Noé se tratase, donde habitan hoy en día especies muy próximas a algunas de las que formaron parte de los extintos bosques subtropicales que poblaron el sur de Europa y norte de África hace millones de años. Un mundo, por tanto, superviviente de especies antiguas, que llamamos paleoendemismos, que se han librado de la extinción al abrigo de un clima oceánico más estable y benigno que en los continentes vecinos. Un bosque relíctico, autentico eslabón perdido de la historia de la vegetación en la Tierra, que casi milagrosamente perdura en Canarias.
Otro aspecto fascinante de este bosque es la extraordinaria abundancia de especies endémicas formadas más recientemente. Son los neoendemismos, formados en una explosión de evolución impulsada por el aislamiento insular, que convierten a la laurisilva canaria en un libro abierto de la evolución en islas. La laurisilva es la capital de los endemismos en la Unión Europea. No hay en ningún otro lugar de la Unión una concentración tan alta de especies únicas que solo viven en una zona pequeña de la Tierra. Cuando caminamos en el interior del bosque casi todo lo que uno se encuentra, sean plantas o animales, son especies exclusivas que solo viven aquí. El protagonismo de los endemismos en la laurisilva es extraordinario.
Por otro lado, la laurisilva de Canarias, junto con la de los archipiélagos de Azores y Madeira, constituyen una manifestación natural singularísima por su situación geográfica. Nada parecido se encuentra en esta parte de la Tierra. Su parentela más cercana se localiza en ecosistemas forestales situados en lugares muy alejados del planeta, en zonas de latitud templado cálida con lluvia repartida a lo largo del año, algo que tiene lugar en las fachadas orientales de los continentes como son, entre otros, el sur de Corea, Japón y China, este de Australia, Tasmania, también en la costa sureste de Brasil, en los bosques conocidos como la Mata Atlántica. Otros parientes próximos serían los bosques montanos del trópico húmedo que se sitúan en las cadenas montañosas por encima de las selvas tropicales de bajura.
Habíamos dicho que los bosques de laurisilva de Garajonay destacan por ser la representación mejor conservada de este magnífico ecosistema y que esta fue la razón para su inclusión en la Red de Parque Nacionales de España. Efectivamente, los bosques de laurisilva sufrieron en el pasado un enorme retroceso y degradación como consecuencia de la presión humana. Hoy apenas queda una tercera parte de su superficie original, que ya de por si era un territorio muy reducido que no alcanzaba las 90.000 Has, debido a las condiciones de aridez dominantes en Canarias. Además, la mayor parte de lo que queda son bosques degradados o de reciente recolonización sobre terrenos abandonados en las últimas décadas. Se estima que las zonas que pueden ser consideradas en buen estado de conservación apenas alcanzan las 5.000 Has, refugiadas en las zonas más escarpadas de su territorio original. En Garajonay, como en ningún otro lugar de Canarias es posible adivinar como fueron las selvas de Canarias antes de la llegada del ser humano a las islas. Aquí se conservan la mayor parte de los árboles más altos y más grandes de la laurisilva canaria, concretamente el 85% de los árboles con más de 60 centimetros de diámetro a la altura del pecho. No es que en La Gomera el clima o el suelo sean más favorables. Simplemente se trata de que aquí sobreviven árboles más viejos que no han caído cortados bajo los efectos de la matarasa en la misma medida que en las restantes islas. La clave ha sido un trato histórico más respetuoso. Asociado a este legado de grandes árboles antiguos, senescentes e incluso madera muerta, se mantiene una compleja diversidad de formas de vida que no encuentran condiciones y sustratos adecuados para habitar los bosques más transformados, mucho más pobres y menos exuberantes, y que son mayoría en las Islas.
Bajo la aparente monotonía que parece dibujar el manto forestal que cubre sus paisajes, el bosque de Garajonay asombra con su variedad derivada de la multitud de condiciones ambientales que se producen, concentradas en un territorio relativamente pequeño. Es una selva de selvas, donde se encuentran todos los tipos de laurisilva, desde la laurisilva de barbusano y mocan en las altitudes más bajas, los monumentales bosques dominados por tiles o viñatigos en los fondos de barranco, los fantasmagóricos brezales de crestería, los musgosos y exuberantes bosques de laurisilva situados en ámbitos de mayor incidencia de nieblas o los artísticos fayales brezales de caprichosas formas propios de la vertiente sur.
Bosque de tiles.
Volviendo a la ley de creación del Parque Nacional de Garajonay de 25 de marzo de 1981, que tanto tardó en fraguarse y aprobarse, cabe resaltar su importancia ya que con ella se crea el marco que da cobertura legal a los objetivos y funcionamiento del Parque. Merece, por tanto, un breve comentario de algunos de sus elementos más significativos y sus consecuencias. La ley, gestada a la par que otras leyes de Parques Nacionales, tiene una estructura y contenidos similares que son novedosos para la época. La inclusión en estas leyes de la figura de Área de Influencia Socioeconómica (AIS) como fórmula de integración del Parque con su entorno suponía una evolución y un paso adelante frente a la idea prevalente en las décadas de los años sesenta y setenta de concebir los Parques Nacionales como islas de naturaleza al margen del territorio en el que se integran. La concreción de esta idea mediante el R. D. 1105 relativo a actuaciones compensatorias del ICONA en estas áreas, supuso considerables mejoras en La Gomera, principalmente en equipamientos e infraestructuras en los que la Isla tenía muchísimas carencias. Esta etapa de fuerte inversión en el entorno del Parque sufrió desafortunadamente una paralización total en el año 1987. La promoción del desarrollo local mediante subvenciones al AIS se retomaría posteriormente hasta la actualidad, con altibajos en su nivel de inversión. La ley recoge también el compromiso de un Plan de desarrollo para la Gomera que con la entrada de España en la Comunidad Económica Europea se hizo realidad a través de un Plan Operativo Integrado (POI) exclusivo para La Gomera. Este plan, con una más que importante dotación de 16.000 millones de pesetas de entonces, si bien supuso la creación y modernización de las principales infraestructuras de la Isla como el puerto, el aeropuerto o la red viaria, dejó de lado las propuestas y planteamientos de un desarrollo más integral y endógeno ideados en otro Plan, el denominado ECOPLAN de La Gomera, que poco antes había sido encargado por el MOPU (Ministerio de Obras Publicas), ligado a una propuesta de creación de una Reserva de la Biosfera que abarcaría el conjunto de la Isla pero que no salió adelante en aquel momento. Pocos recuerdan hoy que el mencionado POI y sus cuantiosas inversiones tenían una relación directa con el compromiso del Estado de un plan de desarrollo para La Gomera incluido en la Ley de creación de Garajonay.
La Ley del Parque establece, asimismo, una Zona Periférica de Protección con el objetivo de amortiguar los impactos ambientales procedentes del exterior. El texto de la Ley declaraba dicha zona como suelo no urbanizable, prohibiendo toda construcción excepto las de interés público, exactamente igual que en las leyes de los restantes Parques Nacionales. El problema que surgió fue que la Zona Periférica de Garajonay, a diferencia de lo que ocurría con la mayor parte de los Parques Nacionales de entonces, incluía cerca de una veintena de núcleos de población con más de dos mil habitantes por entonces. Una norma tan estricta resultaba totalmente desproporcionada e injusta para los intereses locales y trajo consigo innecesarias tiranteces entre el Parque Nacional y algunos de los Ayuntamientos más afectados. A pesar de los esfuerzos para modificar la ley en el sentido de excluir a los núcleos de estas durísimas condiciones y permitir su planeamiento, esto no se consiguió hasta el año 2001.
La Ley contenía también algo novedoso en unos momentos en que la Administración venía de un funcionamiento unilateral con muy pocas oportunidades a la participación pública en la gestión. Se trata de la existencia de un Patronato como órgano de participación, control y apoyo a la gestión, con presencia de los principales agentes sociales. Su existencia ha sido imprescindible como punto de encuentro, facilitador del conocimiento y acercamiento mutuo y lugar también para la reflexión, el debate y la toma de decisiones consensuadas en la mayor parte de las ocasiones. En definitiva, un órgano muy importante y necesario en el funcionamiento del Parque.
El Parque Nacional de Garajonay ha vivido, desde su creación, una compleja andadura administrativa. En su primera etapa, hasta 1995, fue gestionado por el Instituto Nacional para la Conservación de la Naturaleza (ICONA). En el año 1986, se produce la transferencia del Estado a la Comunidad Autónoma de Canarias de las competencias relacionadas con la conservación de la naturaleza, con la excepción de los Parques Nacionales que mantienen su dependencia del ICONA. Estos cambios supusieron la transferencia de la mayor parte de los medios materiales y personales con que en ese momento contaban los Parques Nacionales. Se produjo entonces una renovación casi total del personal de guardería así como la llegada de dos técnicos al Parque, el que suscribe y Antonio Zamorano. De esta manera, como Director Conservador se mantenía Isidoro Sánchez, que tenía un largo recorrido profesional en la Gomera desde los años sesenta, el que suscribe, que entra como Director Adjunto, Antonio Zamorano como técnico y Ángel Bañares, que llevaba trabajando en Garajonay desde el año 1983, aunque ya en el año 1986 compartía su dedicación a la conservación de especies de flora amenazada con el Teide. Al año siguiente, en septiembre de 1987, Isidoro Sánchez deja la dirección del Parque. A partir de entonces hasta la actualidad soy yo quien viene ejerciendo la responsabilidad de la dirección del Parque. En el año 1995 desaparece el ICONA y el Parque pasa a depender del Organismo Autónomo Parques Nacionales (OAPN). En el año 1998, como consecuencia de un trascendental cambio legislativo, la competencia de gestión del Parque, hasta ese momento estatal, se modifica y pasa a recaer en una Comisión Mixta de gestión entre el Estado y la Comunidad Autónoma, aunque la maquinaria administrativa continua dependiendo del OAPN. A partir del año 2010 la gestión del Parque pasa a depender en exclusiva de la Comunidad Autónoma de Canarias. En 2011 se crea oficialmente la Red Canaria de Parques Nacionales y se establece la posibilidad de la delegación de la gestión a los Cabildos Insulares, lo que hasta el momento no se ha producido en el caso de Garajonay. Añadir, además, que existe una Red de Parques Nacionales de España, gestionada por el OAPN, que formula las directrices básicas para la planificación, conservación y coordinación en materia de Parques Nacionales, intentándose con ello garantizar la coherencia de la gestión en los Parques Nacionales en un contexto de descentralización de las competencias administrativas.
El Plan Rector de Uso y Gestión del Parque (PRUG), o sea la norma que marca la gestión del Parque fue aprobado en 1986. Este instrumento y la propia Ley declarativa han sido fundamentales para evitar importantes transformaciones que hubieran desnaturalizado este espacio natural. En realidad, las presiones para implantar infraestructuras habían comenzado antes de la creación del Parque. Anteriormente, el ICONA había conseguido realizar una labor meritoria al lograr evitar, por ejemplo, la apertura de una galería para la extracción de agua en Benchijigua, en los nacientes de los Castaños, que con toda seguridad habría afectado a los nacientes de agua del Cedro, los más importantes del Parque. También se logró impedir el transcurso de tendidos eléctricos con sus trochas cortando la masa forestal. Sin embargo, la construcción de las carreteras durante los setenta, que hoy en día atraviesan el Parque, posiblemente fue inevitable por las dificultades y limitaciones de otras posibles alternativas. Una batalla agria y dura estuvo relacionado con la presa de Meriga, en el Monte de Agulo. La presa propuesta a principios de los años setenta, cuyo proyecto fue informado por D. Juan Ruiz de la Torre, que entonces trabajaba en el Servicio Hidrológico, y posteriormente fue catedrático de botánica de la Escuela de ingenieros de Montes, en la Universidad Politécnica de Madrid. En su informe, brillantemente, pone de relieve los valores del bosque de laurisilva que iba a ser afectado y pedía que se reconsiderase la propuesta. Más tarde, su construcción fue un requisito que el Ayuntamiento de Agulo exigió para la inclusión de sus montes en el Parque. Finalmente, se logró evitar la construcción de la gran presa prevista sustituida por otra mucho más pequeña junto con un trasvase a la presa de Amalahuigue, situada en la cuenca de las Rosas, fuera del Parque. Con el paso de los años no cesaron propuestas transformadoras que fueron rechazadas: carretera de los Loros hacia Laguna Grande, ampliaciones en la carretera dorsal, restaurantes en el Raso de la Bruma, Pajaritos, los Noruegos o Igualero, nuevas captaciones de agua, etc. Sin el régimen protector bajo la figura de Parque Nacional hoy no disfrutaríamos de la espléndida naturalidad que atesora. En este momento se está redactando un nuevo PRUG que marcará el devenir del Parque en los próximos años.
Un hito importante en la historia del Parque fue la obtención en noviembre de 1987 del diploma de Patrimonio Mundial que la UNESCO concedió a Garajonay en reconocimiento de los inmensos valores de sus bosques de laurisilva. La iniciativa de lanzar la candidatura al Patrimonio Mundial fue muy acertada y oportuna por lo que suponía de reconocimiento y reafirmación de Garajonay, un espacio escasamente conocido y no suficientemente valorado hasta entonces. En el ámbito local, esta declaración sirvió sin duda para aumentar el orgullo local por unos bosques que formaron históricamente parte esencial en el vivir cotidiano de los gomeros, que los supieron respetar en mayor medida que en las restantes islas de Canarias.
El interior de Garajonay conserva impresionantes árboles centenarios.
Respecto a la gestión de la vegetación, el Parque ha venido desarrollando dos fórmulas muy diferenciadas, pero complementarias, de actuación. Por un lado, en las áreas ocupadas con hábitats naturales se consolida el cese de la explotación para permitir el desarrollo de la naturaleza de acuerdo con su dinámica natural, en la línea propugnada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) para la categoría II de Parques Nacionales. Se partía de un sistema forestal sometido a usos y aprovechamientos forestales y ganaderos desde la llegada del ser humano a las Islas con consecuencias negativas para la biodiversidad nativa. Así, el bosque original retrocedió significativamente y se simplificó y empobreció. Asimismo, son muchas las especies de flora que sufrieron fuertes retrocesos históricos asociados a los usos, quedando con poblaciones muy reducidas, generalmente en sitios escarpados de difícil acceso. Pero, a diferencia de lo ocurrido en la mayor parte de los bosques de laurisilva de las Islas, los montes públicos de La Gomera mantenían todavía amplios remanentes de bosques antiguos con árboles viejos de gran tamaño. Se partía, por tanto de una situación privilegiada para iniciar un proceso de recuperación espontánea y naturalización del ecosistema mediante el cese de la explotación. En realidad, la reducción de los usos tradicionales había comenzado mucho antes de la creación del Parque, a finales de la década de los cuarenta y principios de los cincuenta del siglo pasado, con la prohibición del pastoreo y desde finales de los sesenta con la paulatina desaparición de la demanda de leñas y maderas a causa de la generalización de los combustibles fósiles y la madera de importación. Esta situación hizo posible que las restricciones de los aprovechamientos fueran asumibles socialmente. De esta manera, en los hábitats naturales, los aprovechamientos se limitaron a la extracción de residuos de árboles o ramas muertas procedentes de intervenciones selectivas para la restauración del bosque y la reducción del riesgo de propagación de incendios en lugares estratégicos. El cese de la explotación desencadeno una notable dinámica de cambio en la composición y estructura del bosque. Una de las consecuencias más notables de ello es una considerable recuperación y naturalización del bosque.
Los árboles caídos son fuente de vida.
Una situación muy diferente tenía lugar en áreas ocupadas en el momento de la creación del Parque, por plantaciones forestales, principalmente pino insigne, pino canario implantado fuera de su hábitat de distribución natural y, en menor medida, pino carrasco y eucalipto. La mayor parte de dichas plantaciones habían sido realizadas en los años sesenta por el Patrimonio Forestal del Estado. Los consorcios realizados en aquellos momentos con los Ayuntamientos tenían el objetivo de sustituir amplias zonas cubiertas por esplendidos bosques de laurisilva, junto con otras áreas más alteradas, por plantaciones de coníferas. Un incendio producido en febrero de 1967, escapado de las quemas de residuos de corta del monte nativo sirvió como detonante para el surgimiento de una oposición frontal a la continuación de estas actuaciones por parte de los Ayuntamientos. De esta forma el monte gomero se libró de una gran debacle ecológica. No obstante, las plantaciones fueron realizadas en las zonas intervenidas antes del incendio. Con el Parque Nacional, por parte del ICONA, heredero del organismo promotor de estas plantaciones, se da un giro de 180º en la filosofía de la gestión, iniciándose un importantísimo programa de eliminación de las plantaciones y recuperación de los bosques de laurisilva. Este programa, en una labor cuidadosa y tenaz que mantuvo su continuidad hasta el año 2012, logró que la mayor parte de las cumbres y vertientes sur del Parque recuperasen su cobertura de vegetación nativa. El gran incendio de 2012 quemó casi al completo las zonas restauradas. A pesar de la desastrosa regresión ecológica que este incendio produjo, los efectos positivos del programa perduran parcialmente.
Plantaciones del pino insigne cubriendo las cumbres del Parque a mediados de los años 80.
Estado de la vegetación de laurisilva cubriendo estas mismas cumbres en el año 2011, tras los trabajos de restauración.
El Parque inició, a partir de 1983, un pionero programa de recuperación de especies de flora amenazada en un momento que ni siquiera existían Catálogos de especies protegidas. Hoy sabemos que Garajonay y su entorno alberga la segunda o tercera Área Importante para la conservación de especies de flora amenazada de España, lo que da idea del importante reto de gestión que supone la recuperación de especies de flora amenazada en el Parque. Este programa, que ha ido ampliando el número de especies gestionadas hasta superar la treintena, así como la escala de trabajo, convierte, posiblemente a Garajonay en el Espacio Protegido de España con mayor número de especies amenazadas gestionadas. Los avances logrados han sido enormes, lográndose que muchas especies, antes muy raras, refugiadas en muchos casos en lugares de difícil acceso, a causa del impacto de los herbívoros introducidos principalmente, hayan aumentado notablemente sus poblaciones y comiencen a expandirse y a ser visibles para el disfrute de todos, convirtiéndose en algunos casos en una nueva atracción para los visitantes. Pero lo más importante de todo esto son los avances alcanzados en parar y empezar a revertir el vaciamiento de diversidad del ecosistema y el proceso masivo de extinción que ello llevaba aparejado, iniciado con la llegada del ser humano a las Islas.
Población de saucos creada en el marco del programa de recuperación de especies amenazadas.
Todos los esfuerzos de restauración y conservación que hemos descrito, serían inútiles si no se abordan las dos principales amenazas que tiene el Parque: los incendios y las especies invasoras. Su gestión y control son la base de la conservación no ya en el Parque Nacional si no en Canarias. Sin ello, todo lo que se haga serán medidas cosméticas, significando el abandono de una conservación autentica.
El incendio es el más peligroso enemigo de la conservación del Parque. El extremado clima estival, los grandes barrancos, la inflamable vegetación de la periferia del Parque potenciada por el abandono rural y la desaparición casi total de las áreas agrícolas, suponen condiciones sumamente favorables para la generación de grandes incendios muy destructivos. Pero el único causante de los incendios en La Gomera es exclusivamente el ser humano. Los grandes incendios como el del año 2012 que quemó muy intensamente un 20 % de la superficie del Parque y en menor medida el de 1984, han tenido efectos devastadores sobre los ecosistemas de laurisilva afectados. Sin entrar en detalles, porque el asunto es bastante complejo, destacamos algunos de sus repercusiones más negativas. Las coberturas forestales y sus complejas estructuras y servicios ambientales asociados, como la captación de agua de nieblas, fueron destruidas y tardarán muchas décadas en recuperarse plenamente. También la composición arbórea de los bosques ha sufrido una importantísima regresión, saliendo perjudicadas la mayor parte de las especies arbóreas, especialmente las más exigentes, en favor del brezo arbóreo (Érica arbórea), de forma bastante localizada la faya (Morella faya), y sobre todo el matorral de sustitución, que sacan ventaja de su carácter pionero. Tal es así que en algunas zonas la cobertura forestal ha llegado a desaparecer sustituida por matorral. También un importante número de especies de flora rara o amenazada han sufrido una considerable regresión en sus poblaciones, lo que viene a evidenciar el papel histórico del fuego en el empobrecimiento generalizado que presentan los ecosistemas naturales de las Islas. Este empobrecimiento también ha sido observado en algunos grupos faunísticos como es el caso del diverso grupo de los moluscos, sin olvidarnos de repercusiones muy evidentes como la casi total desaparición de las palomas de monte (Columba bollii) en los sectores afectados. También el suelo, de cuya calidad y conservación depende el crecimiento de bosques vigorosos y bien desarrollados han sufrido enormes pérdidas y una degradación de su actividad biológica que no han recuperado todavía. El gran incendio evidenció también otras cosas como que en la actualidad tienen el potencial de progresar por casi todo el territorio insular y poner en riesgo las poblaciones humanas o que la dificilísima orografía insular multiplica los riesgos y su potencial destructor. Esto último ha quedado demostrado con toda su crueldad con los 20 muertos del incendio de los Roques en 1984. La lucha contra los incendios forestales supone uno de los componentes de la gestión más importantes del Parque. Aparte de los dispositivos de extinción de incendios durante el periodo estival, enmarcado en una organización insular dependiente del Cabildo Insular, para atender las emergencias que puedan surgir, se desarrolla un importante esfuerzo en el mantenimiento de áreas cortafuegos situadas estratégicamente en las áreas de mayor riesgo, principalmente en su vertiente sur. En ellas se trata de alcanzar un difícil equilibrio, reduciendo la combustibilidad, a la vez que respetando en la medida de lo posible el paisaje y la diversidad mediante el tratamiento selectivo de la vegetación más inflamable. Asimismo el desarrollo de programas de prevención social para reducir las causas que originan los incendios es y debe continuar siendo una línea cada vez más importante.
Las especies invasoras son la otra gran amenaza para la conservación de la biodiversidad de Canarias y también del Parque. Entre ellas destacan los herbívoros introducidos asilvestrados, principalmente ovejas y cabras, a las que se ha añadido recientemente el muflón, introducido ilegalmente hace pocos años. Entre los herbívoros introducidos esta también el conejo. Sus efectos no son tan llamativos como las superficies calcinadas por el fuego pero son igualmente destructivos. Se trata de una forma de muerte silenciosa que daña la vegetación. De hecho, la mayor parte de la impresionante lista de especies de plantas catalogadas en peligro de extinción en nuestro Archipiélago y también en el Parque tiene en estos herbívoros su principal amenaza. El impacto de los herbívoros en los ecosistemas de Canarias viene asociado a la llegada del ser humano y sus rebaños a las Islas. En las últimas décadas, sobre todo a partir de mediados de los años noventa, se reactivó su impacto, aunque, a diferencia del pasado, en forma de animales asilvestrados. A partir de entonces se inician actuaciones de control en el Parque. La pasividad hasta hace muy poco frente a este problema en el resto de la Isla ha generado la situación actual con miles de cabezas pululando sueltas y multiplicándose sin freno, produciendo un catastrófico deterioro de la flora y la vegetación en amplios sectores del territorio. Ello ha venido suponiendo también una especie de asedio al Parque con la llegada continua de animales desde el exterior, lo que ha obligado a mantener e incrementar las acciones de control iniciadas en aquellos años. Afortunadamente, las actuaciones de eliminación han empezado recientemente a ser realizadas con determinación a escala insular, abriéndose una luz de esperanza para el futuro de los ecosistemas y las especies amenazadas de La Gomera. Pero para acabar con esta lacra, las soluciones definitivas deben buscarse también en atajar la raíz del problema que es el insuficiente ordenamiento y control de la actividad ganadera, evitando la suelta descontrolada de animales. El problema de las invasiones de animales exóticas no se termina con los herbívoros. Gatos y ratas tienen un impacto notorio en el funcionamiento del ecosistema, al que se añade una larga y creciente lista de fauna invasora, la mayor parte de las cual pasa desapercibida por su pequeño tamaño, cuya incidencia en la conservación está por determinar, aunque en algunos casos sus efectos negativos empiezan a ser significativos.
Daños producidos por ganado asilvestrado.
Las plantas invasoras son otro problema importante de conservación del Parque por su potencial expansivo y su capacidad para competir y desplazar la vegetación nativa. Son bastantes las especies exóticas que han llegado o amenazan con llegar al Parque. En su mayor parte aprovechan áreas alteradas para empezar a invadir como son los bordes de las carreteras, áreas afectadas por incendios o el ganado pero también entran en áreas rocosas y en algunos casos incluso en el interior de bosques bien conservados. En las zonas abiertas destaca la colonización de la tunera (Opuntia sp.), muy favorecida por el ganado en sitios abiertos. Contra esta invasión se han realizado importantes actuaciones de eliminación, especialmente en la escarpada cabecera del barranco de la Laja, localidad donde la infestación era mayor. Estas actuaciones se completan con plantaciones y siembras de una amplia diversidad de plantas características de estos lugares de borde de monte, muchas de ellas muy escasas e incluso amenazadas. Otra especie sobre la que se actuó de una forma muy persistente, es la oreja de gato (Tradescantia fluminensis), originaria de los bosques húmedos de la Mata Atlántica de Brasil, que tiene la capacidad de invadir de una forma tremendamente agresiva los sombreados interiores de bosque. Con ello se ha conseguido disminuir notablemente su ocupación, aunque su capacidad de recolonización y regresar es considerable, debiéndose de reiterar operaciones de mantenimiento si queremos consolidar los logros alcanzados. Desgraciadamente el problema de las especies invasoras aumenta cada año, por lo que habrá que tenerlo muy en cuenta en la gestión futura del Parque.
Otra importante tarea llevada a cabo por el Parque Nacional fue una notable mejora del conocimiento de sus recursos naturales y culturales, los procesos naturales clave de sus ecosistemas y los problemas de conservación, con el fin de orientar la gestión con el apoyo de la ciencia. La condición aislada de La Gomera y la inexistencia en Canarias de formación universitaria en biología hasta los años setenta no había supuesto unas condiciones propicias para los estudios sobre la laurisilva gomera. La mayor parte de los trabajos hasta entonces habían sido realizados por investigadores extranjeros, destacando en el caso del estudio de la flora, las impresionantes aportaciones del botánico Eric Sventenius, fundador del Jardín Canario. A finales de los setenta, ya con la propuesta de creación del Parque Nacional en marcha, el ICONA edita un trabajo sobre la flora del futuro Parque Nacional de Garajonay encargado al botánico G. Kunkel, que supone un gran avance. Con la creación del Parque Nacional se impulsa considerablemente la realización de estudios encargados en muchos casos a departamentos de la Universidad de La Laguna, sobre una variada gama de disciplinas. A destacar, por citar algunos ejemplos, los estudios sobre las aves, especialmente las palomas de la laurisilva, los murciélagos, la creación de un banco de datos sobre la fauna invertebrada, inventarios de los hongos, musgos y líquenes, estudio de los suelos, trabajos de arqueología asociados a la excavación del yacimiento del Alto de Garajonay y su adaptación al uso público, así como otros de índole socioeconómica. Por otra parte, también merece ser destacado el inicio a mediados de los años noventa, de un programa de seguimiento ecológico, que viene desarrollándose desde entonces con una notable continuidad que puede considerarse pionero en los Espacios Protegidos de España. Consiste en la toma sistematizada de información ecológica del Parque y su procesado y análisis posterior. Esto viene a ser como una especie de chequeo médico permanente del ecosistema De esta manera, las largas series de datos obtenidas regularmente desde entonces, siguiendo métodos contrastados, constituyen hoy en día una fuente inestimable de información que ayuda a entender la evolución y el funcionamiento de los ecosistemas del Parque así como evaluar la gestión realizada.
Pero los Parques Nacionales son algo más que conservación. Son también territorios protegidos para el disfrute respetuoso de las personas que lo visitan. Para facilitar la experiencia de la visita de una forma ordenada y compatible con la conservación se ha creado una importante infraestructura que contribuye también a la calidad de la oferta turística de La Gomera. Entre estas infraestructuras destaca el Centro de Visitantes de Juego de Bolas, inaugurado en 1987 que desde entonces y sin interrupciones acoge a los visitantes para ofrecerles información que facilita la organización de la visita y difunde los valores naturales y culturales de La Gomera, especialmente del Parque Nacional. Se trata del centro turístico más importante de La Gomera y uno de los centros asociados a un Espacio Protegido que recibe mayor número de visitantes de España. En este momento se está desarrollando un proyecto que mejorará y actualizará sensiblemente sus exposiciones.
En un Parque Nacional de territorio tan limitado, tan accesible por carretera, y con una presión de visitas muy considerable en la actualidad, la zonificación y canalización adecuada de las visitas es fundamental. El PRUG estableció, afortunadamente, una zonificación restrictiva, creando amplias zonas de reserva y de uso restringido que ocupan una amplia superficie del Parque. Su implantación fue posible, sin demasiadas controversias, debido a que los usos tradicionales habían desaparecido prácticamente en las décadas anteriores, una parte importante de los caminos se encontraban abandonados y el turismo era todavía muy incipiente y suponía una escasa presión. Un Plan de visitas elaborado en el año 1988 sentó las bases de lo que sería el desarrollo del sistema de uso público.
Éste se configuró concentrando, en la medida de lo posible, las redes de miradores y rutas previstas en torno a las carreteras. Con este planteamiento, una importante red de miradores se fue creando en los años siguientes. Varias pistas fueron cerradas para su naturalización y las restantes, salvo aquellas necesarias para la comunicación de núcleos habitados fueron cerradas al tráfico rodado y adaptadas para su inclusión en la red de rutas de senderismo del Parque. Este cierre de pistas, que fue realizándose de forma gradual y planificada, fue inicialmente objeto de críticas pero en poco tiempo se consiguió una aceptación mayoritaria. La red de rutas fue desarrollada recuperando una parte de los caminos tradicionales, con creación en ocasiones de tramos de nueva traza para conseguir la continuidad perdida con la construcción de las carreteras o por otras razones como, entre otras, hacer accesibles algunas vistas espectaculares, algo importante en un lugar donde la existencia del bosque limita las posibilidades de implantación de miradores. Asimismo, también de una forma gradual y a fin de reducir el uso público en los lugares donde estaban implantadas, fueron eliminadas varias zonas recreativas y otras fueron reconvertidas en descansaderos, eliminándose los fogones. Con estas y otras medidas, como la de impedir usos agresivos, se ha estado favoreciendo un uso más tranquilo y con menos estridencias, a fin de recuperar la calma necesaria para una experiencia de encuentro con la naturaleza. La creciente afluencia de visitantes, que ya pasa del millón anual, junto con el uso predominante del vehículo privado como modo de acceso más generalizado, empieza a generar aglomeraciones y atascos en determinadas zonas y en determinados momentos. Entendemos que esto precisa de una atención especial en los próximos años, mediante una necesaria reformulación parcial del sistema de uso público, entre cuyas medidas se debería de incluir el cierre a los vehículos de la pista que da acceso al emblemático riachuelo del Cedro, en las Mimbreras así como la creación de aparcamientos exteriores al Parque asociada a una ampliación de la oferta de transporte público adaptado a la visita turística.
Siguiendo el modelo americano de tratar que los Parques Nacionales fueran reconocidos y valorados por la sociedad, se inició desde los primeros años la formación de un equipo de personas dedicadas a la educación ambiental, a la interpretación y a la comunicación. Su trabajo en las escuelas y con la sociedad en general, con programas cada vez mejor diseñados, ha tenido mucho que ver con la mejora de la comprensión por parte de la población local de los extraordinarios valores del Parque y de la importancia estratégica de su conservación para la Isla. Este trabajo volcado hacia la sociedad sirvió, además, como germen para la puesta en marcha de programas formativos y de mejora de la interpretación por parte de los guías turísticos. Considero la interpretación como el corazón el ecoturismo. Su introducción en los paquetes turísticos buscando la calidad de la experiencia y la comprensión y concienciación de los visitantes es una de las apuestas más definitorias de lo que es Garajonay hoy en día.
Garajonay tiene como pocos lugares en España una vocación muy clara hacia el desarrollo del ecoturismo. Todo ello a pesar de las mareantes cifras de visitantes que hoy recibe el Parque, más de un millón en 2019. Esta gran afluencia que implica un considerable movimiento económico también significa aumento de la presión, un riesgo que puede llevar al Parque a morir de éxito. A esto se añaden las enormes incertidumbres que para el sector turístico ha traído consigo la pandemia del covid 19 y la crisis ambiental mundial. A nadie se le escapan las dificultades que el desarrollo de un ecoturismo genuino tiene en Canarias, un destino de importancia mundial en el turismo de masas, al que se encuentra atado por su condición de monocultivo. Sin embargo, La Gomera presenta unas condiciones particulares, con unos valores naturales y culturales extraordinarios, a la vez que una alta vulnerabilidad ecológica y social que entendemos aconseja un desarrollo turístico diferenciado y respetuoso. Entendemos que más que nunca son necesarias, para la Gomera y para el Parque Nacional, nuevas ideas y nuevos planteamientos en la búsqueda de una economía más sostenible. Este es el sentido de las experiencias de Garajonay relacionadas con el turismo sostenible y de naturaleza, a través del desarrollo desde hace bastantes años de los Planes y Estrategias de la Carta Europea de Turismo Sostenible, que se desarrollan en colaboración con las diferentes administraciones insulares y empresarios turísticos que de forma voluntaria se implican en esta apuesta. Consideramos que sus propuestas y realidades actuales que intentan conciliar conservación y desarrollo, mejoras en la gestión ambiental y en la calidad de la oferta, son una avanzadilla y una aportación a considerar en este cambio de rumbo que el sector turístico necesita.
Por último, cerramos esta exposición dedicada a celebrar la creación del Parque Nacional, volviendo a referirme a su Ley de declaración. Uno de los aspectos limitantes de esta Ley está relacionado con su reducida superficie, apenas 3986 Has. Ello hace de Garajonay el segundo Parque Nacional más pequeño de la Red estatal después de Daimiel. Esta superficie es inferior a la establecida por normativa legal para los Parques Nacionales en España. También los informes periódicos de evaluación del Parque que realiza la UICN, reiteradamente plantean la conveniencia de su ampliación. El Parque Nacional incluye los montes públicos de los Ayuntamientos de la Isla pero deja fuera notables manchas de laurisilva de enorme valor. Durante la tramitación de la Ley se llegó a plantear unos límites más ambiciosos pero seguramente el carácter de propiedad privada de esas áreas fue un obstáculo insalvable para conseguir su inclusión en el mismo. Con la creación de la Red Canaria de Espacios Naturales Protegidos en el año 1987 y posteriormente la creación de la Red Natura 2000, todos esos sectores están incluidos en alguna figura de protección. A pesar de ello, estas áreas sufren considerables problemas de conservación que requieren un impulso de su gestión conservacionista. Sin duda, una posible opción para el futuro sería contemplar la posibilidad y conveniencia de una ampliación del Parque Nacional, no como un fin en sí mismo sino entendida como una potente herramienta para afianzar, potenciar y completar la conservación del espléndido macizo forestal gomero.
Ángel Fernández, Director Conservador del Parque Nacional de Garajonay